EL Credo de los apóstoles es el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Usamos el credo como un símbolo o sello para expresar las creencias fundamentales del cristianismo y para identificarnos como cristianos. También es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia Romana. Podemos rastrear los orígenes del credo hasta la Iglesia primitiva, donde los Padres de la Iglesia lo mencionan en varios de sus escritos.
También debemos recordar que en algún momento de la historia, alguien le ha cuestionado, ya sea interna o externamente, a la Iglesia todos los artículos que figuran en el credo. Especialmente los artículos sobre la Trinidad y nuestra comprensión de Dios. Este interrogatorio requerió una explicación más detallada de nuestro conocimiento de Dios: Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo y su relación entre sí. Como resultado, han surgido diferentes credos a lo largo de la historia, los cuales amplían el Credo de los Apóstoles. Un ejemplo es el Credo de Nicea, que la Iglesia Católica utiliza regularmente en su liturgia y oraciones.
Cuando usamos el Credo de los Apóstoles en nuestras oraciones, debemos recordar que lo hacemos con un doble propósito:
- Para recordarnos a nosotros mismos nuestra fe y sus creencias fundamentales.
- Para identificarnos ante los demás como cristianos y pronunciar nuestra fe.
Los propósitos anteriores hacen que la recitación del credo sea algo excepcional, casi como ponerse un uniforme o una insignia que identifica quiénes somos y qué representamos. Citando a San Ambrosio sobre el Credo de los Apóstoles:
“Este credo es el sello espiritual, la meditación de nuestro corazón, y un guardián siempre presente; es, incuestionablemente, el tesoro de nuestra alma.
San Ambrosio
Abajo está el credo tal como lo enseña la Iglesia Católica:
El Credo de los Apóstoles
Creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra;
y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso;
desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne,
y la vida eterna.
Amén