Recientemente había comenzado mi camino de conversión, y mi familia se enfrentaba a una situación difícil. Durante este tiempo de lucha, le pedí a Dios Padre con todo mi corazón que me ayudara a superar estas pruebas.
Dios, el Padre, contestó mi oración. De repente, todo lo que me rodeaba se volvió blanco, y pude ver al Padre sentado en Su trono. La visión era particularmente extraña, ya que también podía ver y sentir mi cuerpo todavía orando en mi casa. Entonces vi al Padre mirarme e inclinarse hacia mí mientras extendía su mano para colocarla sobre mí.
En ese momento, mi reacción fue gritar: «¡NO!». El Padre inmediatamente se detuvo y me preguntó: «¿Por qué no?». Entonces respondí desde el fondo de mi corazón: «No soy digno». A lo que respondió: «Lo necesitas» y procedió a esperar. Fue entonces cuando comprendí la gran gentiliza de Dios y Su respeto por nuestra voluntad.
En ese momento, también me di cuenta de que era yo quien le estaba impidiendo bendecirme y que, a través de mi oposición, también me resistía a Su voluntad de responder a mi oración. Cuando me di cuenta de esto, le di gracias por Su misericordia y me sometí a Su voluntad inclinando mi cabeza ante Él. Entonces el Padre procedió a poner Su mano sobre mí para darme Su protección. Hasta ese momento, el Padre parecía como si fuera un gigante que se elevaba sobre mí. Sin embargo, cuando puso Su mano sobre mí, me sentí como un grano de arena debajo de ella y sentí que Su mano era infinita. Este cambio de percepción de Su magnitud me sorprendió y me humilló al ver lo gentil que Él es, a pesar de ser infinito, todopoderoso y saberlo todo.
Una relación personal con Dios padre
Todavía puedo sentir la mano de Dios Padre sobre mí cuando me le acerco en oración. Me reconforta recordar esta visión en tiempos difíciles. Además, saber que me escucha me anima a orar al Padre. Cuando hago esto, me gusta proyectarme ante Él y arrodillarme mientras le traigo mis oraciones. Me encanta especialmente hacer esto cuando digo gracia antes de una comida y sentir Su bendición.
Esta experiencia es también la razón por la que puedo testificar que la Santísima Trinidad es verdad. He experimentado el Espíritu Santo y he conocido a Dios Padre, así como a Jesús. No porque fuera particularmente santo, sino más bien por Su misericordia hacia mí. Debido a Su bondad, me concedió las gracias que requería para superar estas dificultades, así como para sanar mi corazón herido y fortalecer mi relación con Él.
Cualquier persona puede tener este tipo de relación y experiencias si así lo desea; Todo lo que tienes que hacer es preguntarle y confiar en que responderá a tus deseos y necesidades más íntimas.
Le pido a Dios que los bendiga y les conceda las gracias que necesitan para creer y desarrollar una relación fuerte y confiante con su Padre celestial.
Amén